jueves, 21 de octubre de 2010

Catorce

Pared. Espejo. Pared. Puerta. Que no se abre. Donde debería poner el piso en el que estamos, hay dos rayas. "¡¿Dos rayas?! ¡¿Cómo que dos rayas?!" grita una de nosotras entre la risa nerviosa y la desesperación inminente. Golpes en la puerta. Fuertes. Y una campana amarilla que se pierde en la lejanía por más que apretamos el botón. En la altura se debe perder. ¡¡Ayuda!!

Hace calor. Como en las películas. Y nos empezamos a quitar cosas. A penas queda un hueco entre las tres. El hueco de la de la cuarta persona máxima que puede subir en ese ascensor. Menos mal que no había cuarta.

Se me vienenen a la cabeza ideas que, como si fueran una mosca, espanto con la mano. No quiero pensar. No quiero ser demasiado consciente de que estamos en menos de un metro cuadrado colgando del vacío en una altura de 14 pisos. Mejor no pensar ¿Y si de pronto se suelta la cuerda que nos sotiene en el vacío....? ¡Fuera mosca!

Damos golpes en la puerta. Muchos. Minutos antes, el ascensor bajó desde el catorce al cero pero, al llegar al cero aparecieron las rayas y volvió a empezar a subir. Subió un rato, el rato que se tarda en subir 14 pisos. Demasiado altas para no perder la calma. 

Y me acuerdo del parapente. Y de lo bien que tengo escondidas mis cosas de valor en el apartamento. Y lo bien que llevo la mochila para delante cuando hay mucha gente. Y lo poco que saco la cámara grande en sitios sospechosos. Y lo mucho que sabía yo que había incertidumbres por llegar. Otra primera vez. Otra escena de película.

Con esto no contaba yo. Con quedarnos encerradas en un ascensor en mitad de la noche. Consumiendo oxígeno con nuestra taquipnea inevitable. Y cada una en su interior, tratando de no soltar un grito histérico.

 Y miro el reloj, 23:49. Hay que tener una hora de referencia, el tiempo aquí se va a hacer más largo de la cuenta. Porque tiene pinta de eso, de ir para largo.

"¿Tienes cobertura?" Movistar no tenía cobertura. Miré mi móvil prestado, el que  me olvidé de cambiar de compañía justo esa tarde porque consumía demasiado saldo. Tenía cobertura. Había que llamar a los bomberos.

Seguíamos haciendo sonar la campana. Seguíamos dando golpes. Y nadie aparecía. Justo cuando decidimos llamar a los bomberos escuchamos una voz. Golpeamos más fuerte y gritamos un clásico "¡¡Estamos aquí!!" 

Con un acento argentino más cerrado (no más que la puerta) de lo que estabamos acostumbradas a escuchar, el conserje nos dice que estemos tranquilas, que ya nos ha oido.

Se escucha ruido en la parte alta del ascensor. Ruido metálico, estaba girando algo para desbloquear la puerta. "Voy a ver si desde el piso de abajo..." y la voz del hombre se pierde fuera. Estamos entre dos pisos. Otra imagen desagradable en mi cabeza. La de trepar por el hueco que quede para salir con la angustia de que sea entonces cuando se descuelgue...¡mosca fuera!

El ruido ahora se escucha por la parte baja y el hombre farfulla algo de que no puede abrir, que va a llamar a la empresa. "Dígale que se den prisa, ¡por favor!" dice que les dirá que es una urgencia porque hay gente dentro. Hay que llamar a los bomberos. No confiamos demasiado en nuestro rescatador inicial. El aire cada vez es más caliente y la tranquilidad con la que se hacen aquí las cosas y el tiempo lento de los trámites no nos vale en este momento.

Marco el 101 y espero:
- Policía de Córdoba, digame?-
- Mire, estamos encerradas en un ascensor en la Avenida Poeta Lugones, en el 230.-
- Entiendo, ¿cuántas personas son?-
- Tres-
- ¿Y cuánto tiempo llevan allá?-
- Algo más de 10 minutos, hemos llamado al portero pero no nos puede sacar porque estamos entre dos plantas....estamos en la planta 14...- demostrándole mi miedo, ese que se repetía una y otra vez en mi cabeza de que el ascensor se fuera a desplomar. Las chicas asentían rápido. Teníamos tantas ganas de salir de allí.
- ¿Cuál es su nombre?-
- Sara Trabajos-
- Mire, estense tranquilas, ya vamos a mandar una cuadrilla para allá para que intenten sacarlas-
- Muchas gracias-

Volví a fijame en el reloj, para tener una nueva hora de referencia por si se nos hacía muy larga la espera o si objetivamente era larga la espera y teníamos que volver a llamar. Quizá debía haberle dicho que llevábamos más tiempo para que se dieran más prisa.

De nuevo como en las películas, se empezó a oír una música. Era un silbido. Un silbido tranquilo que se intercalaba entre unos golpes metálicos. ¡¡¡Oigaaaaa!!! Un nuevo ¡¡Estamos aquííí!! El hombre seguía silbando sin ponerse nervioso. Y de pronto, un sonido más fuerte en la puerta. Y de pronto, la puerta estaba abierta. Y fuera un hombre regordito, con las manos negras, tatuadas de trabajar, nos esperaba silbando con una sonrisa.

¡¡¡Gracias!!! Había un desnivel importante entre el suelo del piso y el suelo del ascensor. Había que trepar un poco. Pasaron las dos chicas y yo me quedé la tercera. Tenía tantas ganas de pasar el trámite de subir el escalón. Quería hacerlo tan rápido que en el camino, se me cayó la chaqueta. "Sara, ahora no". Me fui a agachar para cogerla pero el hombre no me dejó. Se metió él dentro y me la dio. Desde dentro, el hombre nos preguntaba qué era lo que había pasado exactamente. 

Agradecidas, llamamos al ascensor de al lado para superar nuestro miedo pero con la tranquilidad de que nuestro  verdadero rescatador estaba allí por si nos ocurría de nuevo.

Hacía frio ayer por la noche en Córdoba y al salir del portal resoplamos el vaho, quitándonos la angustia y liberando la adrenalina que también se había quedado contenida en aquel espacio tan pequeño. Para no perder la calma. Para no sentir la claustrofobia.

3 comentarios:

  1. Ufff.. que incapaces nos sentimos a veces...
    Por cierto, ¿y la policia? No apareció?
    Sigue "disfrutando" a tu manera tal y como lo haces.
    Besos

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  2. Dr. Stuart Fitz-Jones26 de octubre de 2010, 8:10

    Vaya susto Sara!! Me recuerda a una situación parecida a la que sufrí hace unas semanas en un aviso a domicilio. Nos quedamos encerrados: Médico, Médico residente, Enfermera, Técnico y...bultos,claro! Es el precio que tenemos que pagar por romper la intimidad de una familia...Esto es la auténtica Medicina Familiar y COMUNITARIA

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  3. Vaya, vaya, Doc! lo que no le pase a usted! completamente de acuerdo con que eso es lo que nos hace comunitarios!

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