domingo, 21 de noviembre de 2010

Mimetizarse

Llegar a un sitio nuevo, no es fácil. Llegar a un país nuevo, tampoco. Aún hablando el mismo idioma, nadie asegura que uno se vaya a entender. Por eso hay que abrir el libro del vocabulario que ocupa un hueco en nuestra mente para ampliar el apartado de sinónimos. Y desde hace un mes y medio, una falda es una pollera y una camiseta una remera. Y porque ahora tomo el colectivo. No el autobús. Y por supuesto, ni se me ocurre cogerlo. Porque es necesario que así sea. Porque es más fácil hablar con la gente y entrar a las tiendas sin sentirte del todo fuera de sitio si sabes cómo se llaman las cosas que vas a pedir. Y ahora pido una Quilmes chiquita, cargo crédito al celular y me llevo la campera por si hace frío. Porque así nos entendemos.  Porque así nos parecemos. Y le hacemos más hueco a la empatía.

Mimetizarse es un factor importante para la supervivencia dentro de muchas especies animales. Que se lo digan sino al mero. O al lenguado. O al camaleón. Cuando uno hace lo que viere donde fuere (como el refrán), se abre camino.

Y mimetizarse enriquece. No solo en vocabulario. Se abren ventanas y balcones. Se mira hacia el mismo lado cuando alguien señala con las palabras. Uno entiende las bromas y se comparten risas y sonrisas. De esas que acercan y aproximan. De las que unen.

Me he involucrado en la vida Argentina según llegué. Era lo que quería. Era a lo que venía. Nada forzado, simplemente me he ido dejando llevar y he tratado de ser una más siendo "Yo" en un escenario distinto. Pasar desapercibida en la calle. No parecer, aunque me sintiera, turista.

Mimetizarme. Y sentir las cosas desde dentro. Observación e interacción. Sin interferencias.
Aunque no me gustan las infusiones, acepté el primer mate que me ofrecieron y me gustó. Su contexto. El compartir la bombilla supone compartir instantes. De ocio. De escucha y aprendizaje.

Desde el punto de vista gastronómico aún no le he dicho un no rotundo a ningún sabor ni a ningún aspecto. Todo rico. Demasiado. También he aprendido a recuperar el momento de las meriendas "de tomar la leche". Con pan casero, medias lunas y el omnipresente dulce de leche.


Y así, poco a poco, con ese dejarme llevar, he ido disfrutando de esta Argentina grande pero que, como todos los sitios, la hace la gente. Con esa gente ha sido con quien he tenido posibilidad de compartir momentos que no aparecen en las guías y que no todo el mundo que viaja tiene la suerte de disfrutar. El saborear un buen asado en familia. Llegar a lugares bonitos en coche, ahí donde no llegan los turistas (los otros turistas). Celebrar un cumpleaños. E ir a una boda. Celebraciones que enriquecen al paladar y al resto de los sentidos. Momentos compartidos que se consiguen de forma bilateral. Abriendo la mente. Queriendo probar. Queriendo entenderse y dejarse empapar. Mimetizándose, que no camuflándose.

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